abro la puerta y aparece un huevo flotando;
me lleva en una barca diminuta;
observo la casa de muñecas;
con gracia reposa en la cuna una infame infante con cara de yeso.
Leí el mensaje que sabiamente dejaste en el espejo marino:
-Nadaré eternamente con mi cuerpo de marioneta, regreso a la eternidad-
Escucho el tiempo con mis ojos puestos en la mar celestial,
esperando tu regreso...
Relojes de arena que cambian en inmaduros caracoles,
dejan un rastro de dulce miel mezclada con mezcal
para embrutecer mis entumidas manos,
mientras la gente pasa desapercibida en sillas de cristal,
deteniendo el eterno y relativo tiempo.
2000